Caminar por tierras zamoranas y buscar
imágenes sobre el paisaje en el primer libro del poeta zamorano Claudio
Rodríguez, publicado en el año 1953. En su tercer poema aparece ya el encinar, la encina
que no siente lo espontáneo de su sombra,
la sencillez del crecimiento. La encina que pertenece al paisaje con el
alma entera de su frondosidad.
Hay paisajes que son idóneos para caminar. Ir por pequeñas
carreteras, parar el coche donde algo
nos lo sugiere y ponerse a andar. En el llano no hay lomas que subir, ni
cuestas, ni casi fatiga corporal en la marcha a pié. En las tierras interiores
no hay mar, podemos pasear en las cuatro direcciones.
En la comarca de Aliste hay encinares y
montes con lavanda o tomillo; en la Tierra de Campos la
disculpa puede ser respirar el olor del cereal seco, el color verde o amarillo
del trigo. El simple ir hasta una construcción de adobe, un árbol aislado que divisamos a lo lejos. El joven poeta
Claudio Rodríguez escribe un poema “Canto del Caminar” cuyo comienzo
transcribo así: Nunca había sabido que mi paso
era distinto sobre tierra roja, que sonaba mas puramente seco lo mismo
que si no llevase un hombre, de pie, en su dimensión. Por ese ruido quizá algunos linderos me recuerden.
En otro poema “A la respiración en
la llanura” nos anima a dejar de respirar y que nos respire la tierra, que nos incendie en sus pulmones. En “Día de sol”, sin duda un poema de
invierno, nos habla de ponerse al sol. Nos anima a momentos de ser ropa tendida al sol.
En Zamora, en Tierra de Campos, hay un Itinerario de los Palomares que va por Torre del Carrizal, Cerecinos, Manganeses de la Lampreana; y que acaba en Otero de Sariegos y Villafáfila. El palomar gallego más
grande que yo conozco es el del Monasterio de Melón; aquí hay muchos, de todos
los tamaños y de diferentes formas. A veces son muy grandes y con adornos, más
que casas para las palomas, son sus palacetes, sus basílicas de adobe.
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